Acabo de llegar de pasar un maravilloso fin de semana en Valladolid. Llevábamos planeando esta escapada más de cinco meses. El motivo: el recital que ofrecía Cecilia Bartoli, con temas de su último trabajo: SACRIFICIUM. El repertorio consistía en arias compuestas para los cantantes castrados de los siglos XVII y XVIII. SACRIFICIUM reune piezas de Porpora, Leonardo Da Vinci (realmente espectacular "Medeo"), Scarlatti y Graun. La primera parte fue una explosión de alegría, cambios de registro, perfecto control de la voz, numerosos tonos... La segunda parte, más melancólica, con algún guiño al espectador (trinos de pájaros que seguían la línea de canto de Bartoli), con enorme sensibilidad y emisión perfecta.
Me llamó la atención su entusiasmo y sus "tablas". Se podía adivinar su inteligencia al querer transmitir su dominio de su voz, su puesta en escena, su vestuario. Iba vestida de bucanera y después de cada descanso , se quitaba una prenda. Empezó con capa negra con forro rojo, apareció luego en escena sin capa y con levita, en el siguiente descanso suprimió la levita yapareció con blusa blanca de chorreras y chaleco negro. A continuación ll enaba la escena solo con la blusa blanca. Cuando ya más tarde creíamos que no podía haber cambio de vestuario, nos sorprendió con un cuerpo dorado del XVIII pero con las mismas botas de bucanera. La combinación de colores chocaba un poco: dorado y rojo (quizá fuera un guiño a España). El concierto me fascinó, me resulto exquisito, tanto en la música como la interpretación. El concierto se celebró en el Centro Cultural Miguel Delibes. Estaba todo Valladolid y muchos seguidores de la mezzosoprano que, como nosotros, se desplazaron para verla en directo. Fue un concierto de los que una gran diva acerca su pasión por la música clásica a todo un auditorio. Cecilia Bartoli es sin duda una de las artistas más destacadas de la música clásica, acostumbrada a cantar en la Opera de Paris, la Scala de Milan, en Covent Garden de Londres, en las salas de concierto más importantes de Japón, Estados Unidos... pues en Valladolid se entregó y un público entendido compartió esta maravillosa velada con ella. Fueron dos horas y media inolvidables. Cuando terminó su "Nobil Onda" su interpretación llegó al culmen imitando a un espadachín con la primera violinista, Ada Pesch. Puso final al repertorio oficial. El público embravecido quería más, una fila tras otra se fue poniendo en pie ennuna ovación de más de siete minutos. El primer bis fue "lascia la spina", al que siguió...
Me llamó la atención su entusiasmo y sus "tablas". Se podía adivinar su inteligencia al querer transmitir su dominio de su voz, su puesta en escena, su vestuario. Iba vestida de bucanera y después de cada descanso , se quitaba una prenda. Empezó con capa negra con forro rojo, apareció luego en escena sin capa y con levita, en el siguiente descanso suprimió la levita yapareció con blusa blanca de chorreras y chaleco negro. A continuación ll enaba la escena solo con la blusa blanca. Cuando ya más tarde creíamos que no podía haber cambio de vestuario, nos sorprendió con un cuerpo dorado del XVIII pero con las mismas botas de bucanera. La combinación de colores chocaba un poco: dorado y rojo (quizá fuera un guiño a España). El concierto me fascinó, me resulto exquisito, tanto en la música como la interpretación. El concierto se celebró en el Centro Cultural Miguel Delibes. Estaba todo Valladolid y muchos seguidores de la mezzosoprano que, como nosotros, se desplazaron para verla en directo. Fue un concierto de los que una gran diva acerca su pasión por la música clásica a todo un auditorio. Cecilia Bartoli es sin duda una de las artistas más destacadas de la música clásica, acostumbrada a cantar en la Opera de Paris, la Scala de Milan, en Covent Garden de Londres, en las salas de concierto más importantes de Japón, Estados Unidos... pues en Valladolid se entregó y un público entendido compartió esta maravillosa velada con ella. Fueron dos horas y media inolvidables. Cuando terminó su "Nobil Onda" su interpretación llegó al culmen imitando a un espadachín con la primera violinista, Ada Pesch. Puso final al repertorio oficial. El público embravecido quería más, una fila tras otra se fue poniendo en pie ennuna ovación de más de siete minutos. El primer bis fue "lascia la spina", al que siguió...
Después de este maravilloso concierto, teníamos reservada mesa en Ramiro. http://www.ramiros.es/. Situado en la décima planta del Museo dela Ciencia de Valladolid. Ni un taxi a la salida del auditorio, y literalmente tuvimos que llegar corriendo al restaurante. Más de quince minutos corriendo bajo una bruma con amenaza de lluvia. Cuando por fin llegamos, nos esperaba un maravilloso restaurante con vistas al río Pisuerga. Nos lo había recomendado un compañero de mi marido y había reservado para nosotros. Es un restaurante de los que se recuerda, de los de recomendar. Sotisficado (aperitivos: degustación de aceites con productos de la tierra y una crema de mejillones con canutillo de calabacín), exquisito (verduras en papillote con espuma de patata e ibérico). Magnífico, los segundos (Bacalao con manitas de lechazo y velo de menta (éste claramente lo pidió mi marido) y lubina con pulpo y patata. De postre tarta tatin y surtido de repostería casera. Restaurante para recomendar. Hubo detalles como regalarnos un paraguas ya que llovía, el servicio impecable, y una cocina innovadora, hicieron que fuese una velada inolvidable.
A destacar, como siempre, la comodidad del Ave a la hora de viajar. Poco más de una hora dista Madrid de Valladolid. A las 9:20 salíamos de Valladolid, a las 10:30 en Madrid y a las 12 jugando al tenis. A esto se le llama aprovecha el fin de semana, que empezó con una maravillosa cena con amigos: Natalia, Guti, César y Jose en la Colonial. Pasamos una noche maravillosa, risas, confidencias y buen ambiente. Fin de semana de los de recordar.
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